Esa tarde de mayo de 2012, nos citaron a las 12 del día en un restaurante escondido, en la colonia Los Volcanes o Vista Hermosa.
Era el primer tercio de la campaña del entonces candidato del PRI a la gubernatura, Amado Orihuela Trejo, y su equipo de campaña estaba en contacto con los reporteros, por lo que ahí nos citaron.
No sabíamos si se trataba de una rueda de prensa, de una declaración o un anuncio de última hora, una charla. Quién sabe. No sabíamos qué querían, pero la premura y la urgencia preveían un apetecible acontecimiento.
Lo único que nos dijeron es que habría una reunión de medios con Amado Orihuela, y que esperáramos al candidato.
Pasado el medio día, el aspirante no llegaba, pero no sorprendía, nunca era puntual. No quedaBa más que esperar.
A la media hora de retraso, varios decidimos sacar nuestras libretas, tabletas y computadoras para redactar nuestras notas, adelantar trabajo y esperar la del candidato gubernamental.
No podíamos irnos sin llevar la nota…
Una hora, dos horas… Ni comida, ni bebida, ni nada, menos el candidato. Pero, indiscutiblemente, algo iba haber y así nos lo hacía saber el equipo de campaña del cañero.
Así que decidimos seguir esperando. Así son las campañas. Quien haya cubierto una, sabe que así son las cosas.
— Aguanten… Ya viene, nos decía Gerardo Ortíz Domínguez, quien era uno de sus jefes de prensa. Bueno. A seguir esperando.
Entre las especulaciones caminaba una posible renuncia, una suma inesperada, la lista de los candidatos a diputados, alguna información contra su principal contendiente, Graco Ramírez. Que se yo.
Insisto especulábamos, pero una de las «esperanzas» que permeaban, era que, al fin, Amado Orihuela se presentaría públicamente y hablaría, algo que nunca sucedió desde la aceptación de la candidatura y, luego, en los accidentados debates. Nada mas.
Al cabo de casi tres horas de espera, Amado Orihuela apareció por un pasillo, y lentamente se acercó al comedor donde lo esperábamos unos 20 reporteros. Cuando nos vio a todos, expectantes por la supuesta declaración que vendría… decidió soltar desde el fondo de sus pulmones:
— ¡Órale cabrones, pónganse bien pedos..! Sonrió.
Acto seguido, levantó su mano derecha, e hizo una seña a modo de empinarse un vaso, ¡y se largó!
Ni rueda de prensa, ni declaración, ni una disculpa de él o de su equipo.
Nunca más lo volvimos a ver. Se volvió a esconder lo que faltaba de campaña. Tanto se escondió que perdió de manera estrepitosa, poco lo conocieron en el ámbito urbano, donde, justamente es de donde requirió votos.
Y si, las perdió él porque el PRI tenía una ventaja de más de 20 puntos sobre el PRD y su candidato, Graco Ramírez. A dos meses de las elecciones, los dígitos empezaron a moverse hasta que se voltearon. Nunca estuvo a la altura. Fue un pésimo candidato.
Personaje muy corto
Siempre me pregunté cómo un hombre con el perfil de Amado Orihuela Trejo, podía ser candidato a la gubernatura. Cuando logró la nominación, mi cabeza nunca pudo ver una imagen de Amado como gobernador, despachando en Palacio de Gobierno, resolviendo problemas, definiendo el presupuesto o moviendo el ajedrez político.
No, nunca pude verlo. Y así como yo no lo vi, tampoco lo pudieron ver los ciudadanos, por eso perdió.
No se trata de que decir que Amado Orihuela sea solamente incapaz, no. Su perfil tampoco le daba para más.
Acaso, ser alcalde, diputado local y hasta federal, pudieron ser posiciones máximas para él. Pero ya ser presidente del PRI y gobernador… Era demasiado.
El relato de arriba cae a cuenta una vez que Orihuela Trejo ha oficializado su salida del PRI para incorporarse, a Morena, donde ya le esperaría una candidatura a una diputación federal por el IV distrito.
A ver si es cierto, porque registrarse en un partido que fundó “un loco”, –como Amado ha llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador-, no le garantiza la candidatura, aunque él jure que la tiene amarrada.
Sus corifeos y aplaudidores aseguran que la salida de Amado del tricolor, representa el tiro de gracia para el PRI. Déjeme dudarlo porque Amado Orihuela tenía mucho que en el PRI ya no estaba.
Tampoco es el operador político que ha vendido ser.
Amado no es tan popular como cree, no es un personaje con el arrastre para vaciar un partido y, si me apuran, creo que no sería un candidato tan rentable como cree serlo, y si hablamos de beneficios, creo que el más beneficiado será el partido y los militantes que supuestamente deja.
Después de su vergonzosa derrota de 2012, Amado se dedicó a succionar todo lo que pudo dentro del PRI. Impuso diputados, a presidentes estatales, regidores y de todo, obtuvo millonarias ganancias. Y del lado electoral, fue evidente que se dedicó a traicionar, engañar y chantajear, cuando la suerte no corrió de su lado.
En las elecciones anteriores fue claro y documentado su apoyo al PRD donde vendió cara “su asesoría” (varios millones de pesos) según los amarillos, y hasta se le involucró en acciones tan amañadas como el asalto a sus propios compañeros priistas para hacerse de los recursos económicos de la campaña, cobijado por su esbirro, Alberto Martínez Gonzalez, entonces presidente del PRI, que hizo lo posible por descarrilar la campaña del tricolor.
Hubieron señalamientos y serias acusaciones, aunque desconozco si las convirtieron en denuncias penales. Cosas muy graves.
Por muchas cosas, Amado Orihuela es uno de esos personajes que debemos sumar a la lista de cánceres políticos del estado de Morelos, esos que han contribuido al deteriorado estado de la política actual en Morelos, por eso, donde sea recibido, se van a arrepentir. Al tiempo.
SÍgueme en Twitter: @DavidMonroyMX
Escribeme a: [email protected]
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