Con información de Excelsior
Es la historia de siete de los mejores médicos del país, estudiaron en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, INCMNSZ; uno de los centros de investigación de medicina más reconocidos de Latinoamérica, llamado “cuna de la medicina en México”.
En esta institución ingresan, prácticamente, sólo los 30 primeros lugares del Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas, ENARM, al que se presentan alrededor de 30 mil alumnos por año. Han ganado premios de excelencia por su labor médica y académica. Se han especializado en el extranjero. Son médicos con maestrías, subespecialidades y posdoctorados. Ellos han sido testigos de los contrastes del sistema de salud pública del país.
Hoy, en esta batalla en contra del covid-19, cada uno se encuentra en diferente trinchera. Desde un hospital en la zona de la Costa de Oaxaca (en donde dos de los únicos seis ventiladores no sirven) hasta en uno de los mejores institutos de salud del continente en la Ciudad de México o en un reconocido hospital público en Barcelona, España.
Sus nombres son Eduardo Corona Rodarte, Érika Plata, Uri Torruco, Pedro Martínez, Paola Guraieb Chahín, María del Mar Saniger Alba y Almudena Laris.
Han dedicado alrededor de 15 años para formarse como médicos, obteniendo los mejores promedios, menciones honoríficas; buscando becas de excelencia para continuar su especialización; la madre de uno de ellos hasta hipotecó su casa para poder respaldar sus estudios y todos debieron sacrificar gran parte de su vida personal.
“Somos personas a las que nos costó mucho llegar hasta aquí y, aunque la mayoría de los pacientes son muy agradecidos, recibir una agresión, no se vale”, lamenta Érika Plata.
Durante dos meses, los médicos aceptaron mantener conversaciones constantes para, a través de sus historias y experiencias personales, ir abriendo la puerta y mostrando lo que hay detrás del sistema de salud público en México, pero que pocas veces se aborda.
Desde que comenzó la pandemia, Eduardo Corona despierta sobresaltado, cuando tiene esa recurrente pesadilla en la que llegan más de cuatro pacientes para ser intubados, pues sólo hay cuatro ventiladores disponibles en el hospital de Oaxaca en el que trabaja, a pesar de ser el más grande de toda la región de la costa, zona con medio millón de habitantes.
En Barcelona, a Érika Plata, le tocaron días en los que tuvo que elegir a cuál de los pacientes se atendía primero; “a quien podía esperar un poco más para ser intubado le decía que iba a atenderlo en cuanto mis manos se desocuparan”.
Uri Torruco, a pesar de contribuir a disminuir la mortalidad en pacientes de VIH en Veracruz, trabaja en un esquema temporal, que debe renovar cada seis meses, sin posibilidad de antigüedad ni prestaciones. En el hospital de Alta Especialidad de Jalapa, donde atiende a sus pacientes, sólo está asignado a la clínica de VIH. “Claro que quisiera estar en el área de covid-19, porque soy infectólogo y me preparé durante años en las mejores instituciones para enfrentar una situación así”, pero todavía no ha sido requerido.
Pedro Martínez es uno de los encargados de la Unidad Covid del Hospital Civil de Guadalajara, pero cuando estudiaba en pregrado jamás se visualizó como estudiante de un Instituto Nacional de Salud, porque todavía no confiaba en sus capacidades, hasta que conoció a un mentor en la universidad que lo alentó a estudiar medicina interna en la mejor institución. “Si le tiras a ingresar a Nutrición, es porque te sientes el mejor”.
Como profesora de los cursos del ENARM en la UNAM y en entidades como Yucatán y Chiapas, Paola Guraieb Chahín, asegura que la mayoría de los estudiantes de las facultades de medicina de México, llegan con demasiadas deficiencias académicas, que sólo se lograrían subsanar si ingresaran a una especialidad médica. “Aunque muchos de mis estudiantes están enamorados de la profesión, se les niega la posibilidad de continuar con sus estudios, porque el examen nacional de residencias está diseñado para que nadie lo pase. Los estamos condenando a que, como médicos generales, cobren por paciente 40 pesos en los consultorios anexos de las farmacias. La mayoría de los jóvenes de mi clase no habla inglés, cuando toda la actualización es en este idioma”. Y además de ir a la escuela de medicina, son taxistas, padres, tienen que mantener a sus familias.
María del Mar Saniger Alba se ha refugiado en la investigación clínica en el Instituto Nacional de Nutrición y en una asociación médica financiada por Estados Unidos. Luego de conocer el sistema de salud público durante el internado y el servicio social de la especialidad, entendió lo que significa trabajar en este tipo de instituciones. “Si entras a uno de estos lugares, te desgastas muy rápido. Veía a gente que no tenía porqué haber caído en paro, malas prácticas médicas, falta de protocolos. Era muy difícil presenciar eso, porque me daba miedo poder acostumbrarme”.
Más que las limitaciones materiales, lo que más ha pesado para Almudena Laris, cuando atiende pacientes pediátricos en hospitales de Oaxaca o Chiapas es que las decisiones y diagnósticos debe enfrentarlas sola. “En un hospital grande, como en cualquiera de los 13 Institutos Nacionales de Salud, sabes que, como pediatra, si tienes alguna duda sobre la conclusión clínica puedes consultar al nefrólogo, cardiólogo, internista, pero en los hospitales de los estados a veces eres el único especialista”.
Los médicos admiten que haber sido alumnos o pasantes del INCMNSZ es un privilegio y que el tipo de educación que recibieron ahí es una excepción en México. Este instituto fue el primero en Latinoamérica en obtener la certificación de calidad AAHRP en 2013, que lo colocó al mismo nivel de calidad de investigación clínica que las universidades más prestigiosas como Harvard y Yale.
El Instituto Nacional de Nutrición es referente en México. Nació en el 46, ante la necesidad de estudiar y atender la desnutrición secundaria en el adulto y con el estudio simultáneo de otras enfermedades primarias, en tiempos en el que una crisis alimentaria afectaba a un número importante de personas en el país.
Hoy en este lugar se ha logrado curar a siete pacientes covid-19 con remdesivir.
“Es muy triste saber que, por más que vengas de una de las mejores instituciones del continente, por más estudios que tengas, sin los suficientes recursos humanos ni herramientas, no vas a poder dar lo mejor de ti a tus pacientes ni aplicar todos tus conocimientos. Yo ahora me encuentro totalmente limitado”, lamenta Eduardo