El Confidencial
El susto que se han llevado varios trabajadores estonios ha sido de los grandes. El pasado miércoles, vieron como un perro tenía problemas para salir de un lago helado por las bajas temperaturas que sacuden el país. Ni cortos, ni perezosos se metieron a por él, rompiendo el hielo como pudieron y alcanzando al animal para sacarlo sano y salvo del agua.
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Rápidamente lo metieron en su coche para llevarlo al veterinario y fue entonces cuando se dieron cuenta de que el animal que habían rescatado parecía más un lobo que un perro. Pese a todo, no se movió durante el trayecto: «Estaba tranquilo, dormía sobre mis piernas. Cuando quise estirarlas, levantó la cabeza sólo un momento», explica Rando Kartsepp, uno de los rescatadores, a la BBC.
El animal llegó a la clínica con la presión arterial baja, lo que explicaría su docilidad en el automóvil. Los veterinarios tampoco tenían muy claro si era un lobo o un perro y fue finalmente un cazador quien confirmó que se trataba de un cachorro de lobo de un año de edad, aproximadamente.
Ni una muestra de hostilidad
Con esos datos, el veterinario decidió colocarle en una jaula después de atenderle, por si perdía su docilidad. El lobo no ofreció ningún problema y, cuando se recuperó, pudo ser liberado de nuevo. Eso sí, las autoridades le han equipado ahora con un collar con sistema GPS para poder seguir sus huellas.
Desde la asociación que se encarga de proteger a los animales en Estonia, la EUPA, explican que están «muy felices por cómo terminó la historia y deseamos agradecer su trabajo a todos las personas que han participado en el rescate, especialmente a los hombres que sacaron al lobo y a los médicos de la clínica que no tuvieron miedo de tratar con el animal salvaje».
Estonia es un país tradicionalmente ligado a los lobos. Miles de ellos viven en diversos puntos del país y, en 2018, fue declarado el animal nacional de Estonia por un grupo de asociaciones conservacionistas.
